Su devoción por Dios comenzó a temprana edad. Entre sus muchas peticiones infantiles resaltaba: "Por favor, Dios, dame ojos azules." No le gustaban sus ojos cafés. Sin embargo, una de las primeras lecciones que Dios le enseñó fue: "´No´ también es una respuesta." Amy ignoraba que muchos años después sería aceptada en la India, entre otras cosas, por sus ojos marrones. A los 24 años, partió a Japón, donde duró poco debido a una enfermedad. Se le sugirió trasladarse a un clima más benigno, como el de India, a donde llegó a los 29 años para ya nunca irse. En 1900, Amy se mudó a Dohnavur. Allí se enteró del tráfico de niños, por quienes lucharía incansablemente. Su tarea obtuvo frutos pues las leyes cambiaron y esta terrible práctica cesó. Más tarde, en 1931, Amy sufriría una caída que la dejaría en cama los últimos 20 años, pero aprovechó el tiempo para escribir poemas y libros que dieron la vuelta al mundo. ¿Y qué comprendía el tráfico de niños? En India se so